Dedicado a mi querida Laura. Te acompaño en tu dolor que es el mío. Disfruta de su recuerdo y abre a la posibilidad de lo que aún posees y viene . Esta Sonata de Luz de Luna de Mozart es para tu madre.
Ayer estuve en el entierro de la madre de un ser querido y en ese acompañamiento su sufrimiento y su duelo avivaron un dolor físico dormido que conocía muy bien. El dolor de la ausencia, el dolor de su recuerdo, hacen que se forme un nudo en la garganta y vuelve el dolor, las lagrimas. Tu duelo la acompaña, pero tu dolor y tus lágrimas no son solo para ella, sino es tu unión en el sentimiento de pérdida que tan bien conoces y sentiste y que aflora en cada pérdida ajena; es un lloro por ti mismo.
La pérdida de un ser amado abre una gran herida en el centro de nuestro
pecho, que queremos aliviar y sanar lo antes posible. La tapamos, la ocultamos, y hacemos que no
existiera, pero no la curamos, hasta el punto que puede llegar a infectarse
causando lo que llaman los psicólogos “el duelo patológico”, que se puede
manifestar de manera física (enfermedades) y psicológica (depresión, estrés, ..). Otras veces no dejamos que la herida se
cierre y la tocamos para no dejarla que se cierre, manifestando que nuestro dolor sigue ahí y que
si ese dolor desaparece, desaparecerá la persona y el cariño, y ¡eso podía ser que
la estoy olvidando o, peor, traicionando!
Ese dolor, esa herida, ese duelo necesita su tiempo, sin
intentar ocultar o fingir que no se siente.
Hay que reconocer esa perdida, liberar las emociones y los sentimientos
sacando ese dolor y todo lo que éste conlleva, pero dándole su tiempo.
Cuando fallece una madre puedes sentir aquello que aún
querías haber vivido con ella. La venida
de tus hijas, como fue mi caso, aquellas cosas que no se dijeron y que te
hubiera gustado decir, aquellos abrazos y besos que no se dieron y que necesitas. Su muerte, más allá de su valor como
individuo y como madre, significa para mi la pérdida de aquellas posibilidades
de vivir experiencias con ella; como si la felicidad de ver a mis hijas
crecidas estuviera en parte ligada a la posibilidad de que ella lo
presenciara. Pero el duelo me enfrenta
con la vivencia de la imposibilidad de esas posibilidades posteriores.
El duelo y su dolor
puede servirnos para darnos cuenta de que lo importante que es vivir más
intensamente el presente y a disfrutar de los momentos buenos. “Lo importante en la vida no es lo que nos
ocurre sino lo que, de forma consciente, hacemos con lo que nos ocurre, y el
duelo nos llevará a disfrutar lo único que en realidad poseemos, que es el
presente”
Inspiración: "El manejo del duelo" de Santiago Rojas
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